Renta básica universal y actividad física

autoría: Iker Etxeberria,
En el congreso de CAPAS ciudad, sobre todo en los turnos de preguntas que se sucedían tras las comunicaciones, asistí a numerosos debates en torno a la dificultades de implementar políticas de promoción de actividad física en entornos sociales y económicos desfavorecidos.
No voy a descubrir nada nuevo si digo que, en nuestra sociedad actual el nivel de actividad física va ligado al nivel socioeconómico de las personas: a mayor nivel socioeconómico más activas son las personas. La ESCAV (Encuesta Vasca de Salud) lo corrobora.
Los que creemos firmemente que la actividad física es ingrediente indispensable para tener una buena salud, también somos conscientes que la salud depende de algunos condicionantes que pueden escapar de nuestro control.
En este sentido, el artículo de 2009 de Unai Martin y Amaia Bacigalupe estructura social y salud en Euskadi: clase social, nivel educativo y lugar de nacimiento como determinantes de la salud publicado en la revista zerbitzuan, nos deja datos y conclusiones muy interesantes.
El estudio concluye que la salud está influida por la clase social, el nivel de estudios y el lugar de nacimiento… y el nivel de actividad física también.
...parece que una posición aventajada en la jerarquía social facilita el acceso a determinados recursos materiales (condiciones de empleo, de vivienda o de ocio) y de información (campañas sobre hábitos de vida saludables y otras conductas beneficiosas) que protegen la salud de las personas. Además, la posición social también se relaciona con el apoyo y la red social de las personas, así como con aspectos psicosociales, como el estrés, los sentimientos de falta de control y la frustración o angustia respecto a acontecimientos vitales negativos que ejercen una influencia directa sobre la salud física y mental de las personas.
Durante los últimos años, se habla cada vez más sobre la pertinencia de implementar una renta básica universal que garantice tener cubiertas las necesidades básicas a toda la ciudadanía; un pago universal, para todos y todas las ciudadanas, por el mero hecho de serlo, con independencia de su situación personal o ingresos. Ya se han realizado algunos ensayos en Finlandia, Kenia, Brasil, Estados Unidos o Canadá con resultados interesantes en función de las variables analizadas.
En Finlandia, por ejemplo, se detectó que una renta básica universal de 560 euros mejoró la salud, la autoestima y el optimismo de las personas beneficiarias y Olli Kangas, director de este proyecto finlandés, defiende que aunque no se pueden extrapolar los resultados de un lugar a otro, sí existe una pauta común. “En todas partes se aprecia que la ayuda directa tiene efectos emancipatorios. Las personas que reciben los fondos adquieren de repente más voz en su entorno. Pueden decir qué quieren hacer con su vida”.
Seguro que durante los próximos años proliferarán estudios de este tipo en torno a la renta universal, ya que es un asunto que parece abrirse camino en las políticas sociales y económicas de diferentes países.
¿Y si alguien incluyera entre las variables a estudiar el nivel de práctica de actividad físico-deportiva? Aquí dejo mi propuesta.
Mi hipótesis es, que al igual que la salud en general, la autoestima y el optimismo, con la renta básica universal también mejorarían los niveles de actividad física de la población sin tener que generar tantos programas específicos para poblaciones afectadas por problemáticas sociales y económicas.
Y como un círculo que se retroalimenta, el bienestar y la autoestima de las personas hace que sean más activas y esto a su vez mejora aún más su salud, con lo que se refuerza el bienestar, la autoestima y el optimismo.