¿Es el ídolo deportivo un impulsor de la actividad física?

autoría: Jon Iriberri, 

Una de las razones esgrimidas por las entidades públicas que promueven el deporte, es que la ayuda al ídolo deportivo - del tipo que sea - para obtener resultados devuelve una suerte de inspiración o motivación para que la gente de la calle se ponga el chándal y empiece a moverse. Ya saben lo que suele suceder, que hay cosas que se vuelven verdad de sólo repetirlas. 

Hay algunos ejemplos de desarrollo de determinadas disciplinas al calor de alguno de sus insignes atletas referente. ¿Impulsó Miguel Indurain el desarrollo de la práctica de ciclismo en los 90? Puede que sí, en cierta medida, aunque otros factores concomitantes tuvieran más importancia en ello. Hay ejemplos en sentido contrario: la práctica de pelota mano en los clubes no pasa su mejor momento cuando los partidos de profesionales llenan frontones desde hace ya décadas. Los ejemplos, en ambos sentidos, pueden ser falaces y usados a la medida de quien los esgrime. No conozco ningún estudio científico que haya relacionado las dos variables demostrando tal o cual afirmación. Por lo tanto, el apoyo al deporte de alta competición no debería descansar sobre un argumentario que podría ser poco sólido y quizás haya que repensar cuál es la labor de representación de los deportistas de alto nivel y sus estados.

Si le damos la vuelta al calcetín y comparamos los países que tiene una población muy activa físicamente - los nórdicos son los más activos de Europa -, veremos que no tiene políticas de apoyo público o privado muy destacadas al deporte de alta competición. De hecho, son países que mandan deportistas a los juegos con porcentajes de obtención de medalla del 50% - uno de cada 2 vuelve con chapa - cuando la mayoría de los países intentan una participación lo más amplia posible, aun cuando los recursos de apoyo son limitados. Estos obtienen 10-20% de deportistas medallistas. Dicho de otro modo: los impuestos se dirigen fundamentalmente a que la población sea activa y sana, y lo dirigido al alto rendimiento, si lo hay, a la obtención de medallas. Los países con menos practicantes actividad física entre sus habitantes apoyan el alto rendimiento quizás con aspiraciones y efectos diferentes: cohesión social, sentimiento patrio, incluso reducción de la violencia, .... pero no para que la gente haga más actividad física.

 Estas cuestiones hincan sus raíces en lo más hondo de la política deportiva de los países y esta nace de la cultura al respecto de sus dirigentes. Entiendo que puede ser tentador recibir en audiencia pública a un medallista compatriota, pero quizás antes se debería garantizar que los servicios deportivos mínimos de los ciudadanos - que destinan parte de sus impuestos a ese deportista - están sobradamente garantizados. Esto que parece tan extravagante es muy habitual sobre todo en países con dificultades para obtener notoriedad por otras vías. Sin embargo, prefiero no saber qué respondería la gente si tuvieran la posibilidad de decidir en qué gastar el dinero destinado al deporte por que seguro que nos llevaríamos una sorpresa mayúscula pero aplastantemente democrática.